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Escribe Dra. Verónica Ortiz Cabrera*: ¿Somos animales?

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Muchas veces se hace necesario recordarnos que somos animales. Como brillantemente resumió mi querida colega, Florencia Saucedo: “Desde la escuela nos enseñan los reinos: animalia (animal), plantae (plantas), fungi (hongos), etc. Salvo seamos una planta o un hongo, pertenecemos al reino animal”.  Quizás el lector pensará, “Eso es obvio”. Pero resulta que en el transcurso de la vida y en la forma en que nos relacionamos con el entorno, parecemos olvidarlo. Resume Yuval Noah Harari en su libro: Sapiens. De animales a Dioses: “Durante mucho tiempo, Homo sapiens prefirió considerarse separado de los animales, un huérfano carente de familia, sin hermanos ni primos y, más importante todavía, sin padres. Pero esto no es así. Nos guste o no, somos miembros de una familia grande y particularmente ruidosa: la de los grandes simios. (…) Hace exactamente 6 millones de años, una única hembra de simio tuvo dos hijas. Una se convirtió en el ancestro de todos los chimpancés, la otra es nuestra propia abuela”.

El desarrollo cognitivo que ha logrado Sapiens se ha utilizado y aún se utiliza, en la cultura mundial de la que somos parte, para hacernos creer que no somos animales; que somos un tipo de ser aparte y superior, con derecho a dominar y disponer de todo lo que nos rodea, incluidos los otros animales.

Desde el punto de vista ético, la cuestión que se plantea es ¿cuáles son los seres dignos de consideración moral?, o en otras palabras, ¿cuáles son los seres cuya existencia me deben importar y por qué? El debate sobre esta temática no es nuevo y puede verse desde la antigüedad. En la Edad Media y hasta el Renacimiento fueron frecuentes los juicios a animales.  La idea que dominó a partir de entonces, y permeó toda nuestra cultura occidental, fue la defendida por René Descartes, padre del racionalismo, que consideró a los animales como máquinas, desposeídas de toda alma. Si son máquinas son cosas, objetos, pasibles de ser comprados, vendidos, poseídos, destruidos, en definitiva, dominados. En época del Iluminismo destacamos a Bentham, que expresaba que el fin era la búsqueda de la mayor felicidad para todos y se inclinaba a evitar el dolor en todos los seres sensibles, convocando a su respeto y al reconocimiento de sus derechos. Planteaba Bentham: “La pregunta no es ¿Pueden ellos razonar? o ¿Pueden ellos hablar? sino ¿Pueden ellos sufrir?” Pero se encontraba en franca minoría frente a la mayoría de los filósofos de la época que elevaban al “hombre” a un estadio superior, entre los animales, por diversas argumentaciones (inteligencia, capacidad, alma, etc), todas rebatibles.

La fundamentación respecto de cuáles son los entes dignos de ser considerados moralmente, ha variado sustancialmente desde el racionalismo de Descartes (los seres dignos de consideración son aquellos con capacidad de razonar) al sensocentrismo actual (los seres dignos de consideración son aquellos con capacidad de sentir).

Peter Singer, en su libro Animal Liberation de 1975, desarrolla el principio moral fundamental de “igual consideración de intereses similares” y expresa: “El principio básico de igualdad no requiere igual o idéntico tratamiento, requiere igual consideración. Igual consideración para seres diferentes, lleva a diferente tratamiento y diferentes derechos”.

La comunidad científica ha expresado, a través de la Declaratoria de Cambridge del 07 de julio del 2012 que la mayoría de los animales “pueden experimentar estados afectivos”, declaratoria que ha sido reafirmada por la Declaratoria de Nueva York de abril del 2024 y que amplía aún más el espectro de animales sobre los cuales se ha probado científicamente su capacidad de sentir.

Pero, ¿qué significa que pueden experimentar estados afectivos? Significa que son seres sintientes.  “La sintiencia es la capacidad de ser afectado de manera positiva o negativa. Es la capacidad de tener experiencias. No es la mera capacidad de percibir estímulos o reaccionar a alguna acción, como en el caso de una máquina que desarrolla ciertas funciones cuando presionamos un botón. (…) Significa que tienen capacidad de sentir, o sea, que reaccionan las experiencias positivas y negativas y como mínimo, tienen interés en no sufrir.” (Animal Ethics)

Entonces, si animales humanos y animales no humanos compartimos el mismo interés en no sufrir, ¿por qué tratamos de forma diferente intereses iguales?

Como enseña el Prof. Oscar Horta: “La idea de que los intereses de los seres humanos deben contar más que los de otros animales sintientes ha sido conocida con el término de antropocentrismo” y es una forma de especismo.

Y complementa la Prof. Catia Faria: “A la hora de considerar los intereses de los individuos, la especie a la que pertenecen es un criterio tan irrelevante como lo es el género. Ninguno de ellos condiciona la capacidad de los individuos para sufrir y disfrutar y para así poder ser dañados o beneficiados por lo que les ocurre.”

Además de estas fundamentaciones éticas, existen otras posiciones, que en igual sentido se expresan sobre el respeto hacia los animales, desde las concepciones eco centristas o eco ambientalistas. Las posiciones filosóficas que hablan de que todos somos parte de la Madre Tierra (Pachamama) y que en tal sentido nada nos pertenece, sino que somos unos integrantes más del mundo, junto con los demás animales, ríos, montañas, etc, llegan al mismo lugar pero por otro camino. Llegamos al respeto de todas las formas de vida. En tal sentido expresa el Prof. Dr. Eugenio Zaffaroni, en su libro El hombre y la Pachamama: “Lejos de ser nuevo, el tema replantea la cuestión de los derechos de entes no humanos. El debate a este respecto puede remontarse a la antigüedad. Desde la tradición griega hasta el presente se cruzan dos posiciones: o bien los humanos somos unos convidados más a participar de la naturaleza o esta se creó para nuestro habitat y por ende, disponemos del derecho sobre ella (administradores, propietarios, con diferente intensidad de derechos”.

Sobre estas concepciones éticas y filosóficas, cada vez más aceptadas por nuestra sociedad, es que ha comenzado a crearse un nuevo marco jurídico de protección de los animales no humanos. Basado en el mismo, ya no son aceptables conductas de crueldad y maltrato hacia los animales y las mismas son prohibidas por nuestra ley y por la amplia mayoría de las leyes de otros países. Asimismo se tiende a sustituir las actividades económicas que provocan daños innecesarios a los animales. Innecesarios, en este caso, significa reemplazable o sustituible por otros métodos. Así la normativa internacional tiende a prohibir los circos, los zoológicos, el uso de pieles, el testeo en animales, la caza y pesca “deportiva” y el tráfico de animales exóticos, entre otros.

Se diría que vamos avanzando hacia una sociedad más empática, sensible e inclusiva, también con los seres sintientes no humanos.

Son muchas las cuestiones que surgen de lo hasta aquí expuesto, ojalá los lectores se sumen a discutirlas y reflexionarlas con el espíritu democrático y republicano que caracteriza a nuestro país.

*Doctora Verónica Ortiz Cabrera

Especialista en Derecho Comercial – Udelar

Perito Judicial en Derecho Comercial – SCJ

Miembro de World Compliance Association

Diplomada en Derecho de los animales – UMSA

Presidente de la Comision de Derechos de los Animales – Colegio de Abogados del Uruguay

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