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La canción que el profesor Sagaría compuso desde La Aurora en honor al Padre Pío y que “Toto” y Elena declararon como himno de la gruta

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“Como todavía no es santo, nadie le hace un himno a mi pobre Padre Pío. Ni una canción tiene”, se lamentó Ángel María Tonna mientras miraba perdidamente la extensión de su estancia, La Aurora. Era una fría tardecita de domingo del año 1992 cuando recibía junto a los suyos la visita de entrañables amigos: Héctor Sagaría y su familia. El conocidísimo profesor de música y fundador del conservatorio que lleva su nombre entendió el sentido profundo del comentario que no pudo ser emitido ante más apropiado interlocutor. “¡Ah, pero no te preocupes! Si Dios quiere va a salir algo, ya vas a ver”, aseguró el músico salteño.

Así, de esa charla compartida al calor de la estufa del comedor de los Tonna Rattín surgió el himno de la gruta que ha marcado con su mensaje cada fecha importante desde el quinto aniversario del santuario. Quienes conocieron a “Toto” coinciden en observar su particular forma de convocar a la colaboración, de invitar a participar, de involucrar. Siempre muy sutilmente, sin
imponer nada, desde el pleno respeto al sentir del otro.

Silvia, hija del maestro y protagonista de primer orden del proceso que concluyó con la creación del himno ofrecido desde La Aurora en honor a Pío, contextualiza el origen de la obra en la profunda amistad que su familia y los Tonna cultivan “desde hace añares” así como en la compartida temprana devoción hacia el capuchino.

«Claramente papá quedó pensando en lo que le dijo “Toto”, sintió el deseo de colaborar, compartía la idea de homenajear al Padre Pío en su caso desde la música, que fue el sentido de su vida, así que se puso a trabajar inmediatamente», reseña la docente.

La inspiración fluyó pronto, tanto que, llamativamente, el trabajo quedó pronto tan sólo un día después del comentario de Tonna.

«A la tardecita del otro día papá apareció en casa, en ese momento yo vivía en Concordia. Me dijo, “a ver qué te parece esto” y sacó unos papeles en los que ya tenía la letra de la canción», recuerda. Evidenciando el profundo conocimiento de Héctor respecto a la obra y el mensaje del estigmatizado, el texto fue compuesto “todo con frases del Padre Pío, es como un rescate de
su pensamiento más profundo a partir de sus propias reflexiones”. En el acto, Silvia manifestó su aprobación a la composición y propuso que avanzaran en la creación de la música. “Ahí mismo nos pusimos a intercambiar y fue saliendo la melodía”, que fluyó de una manera muy particular.

La melodía se caracteriza por ser “bien alegre, no es como en general uno se imagina un himno, solemne o ceremonial”.

Un rato después “la obra ya había quedado, nos gustó como estaba”. Entonces urgía presentarla a los dueños de La Aurora. Sin darle largas al asunto se hicieron de la letra y la partitura y partieron hacia la estancia.

«Ni siquiera llevamos teclado porque sabíamos que en la estancia había uno, de hecho Elenita había sido alumna de nuestro conservatorio. Tengo bien presente aquel momento. Estábamos en el living de la estancia. Papá sentado en un sillón con el teclado Yamaha sobre las piernas y yo parada al lado. Así le cantamos la canción a “Toto” y Elena que en seguida dijeron que les había encantado y en el momento dispusieron que sea el himno de la gruta del Padre Pío de la Aurora», revive Silvia.

Ahora sí, había himno para “su” Padre Pío y “Toto” no ocultó la felicidad ante el logro. Promovió que la obra fuese ejecutada en la celebración del quinto aniversario de la gruta (25/5/1992) para la que entonces faltaban pocos días, constituyéndose en su debut oficial. Desde esa vez, el himno se ejecuta en las conmemoraciones centrales de la agenda anual de la gruta: cada 25 de mayo para la conmemoración del nacimiento del fraile de Pietrelcina y la celebración de la inauguración del santuario ocurrida en 1987 y cuando se recuerda su pasaje a la eternidad, el 23 de setiembre, fecha que para los católicos es la festividad del santo. En los últimos años se ha dado la particularidad de que la pieza «suena en las voces de mis hijos “Tati” y “Toti”, como los conoce todo el mundo, que mantienen vivo el himno que compuso su abuelo, el profe Sagaria”, destaca Silvia con sano orgullo y emoción.

 

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