“Canté a lo que viví y a lo que vi a mis semejantes vivir, me comprometí con eso y no me arrepiento. Quizás no tuve el vuelo que pude haber tenido si cantaba otras cosas pero con mi canto me estaba defendiendo y estaba defendiendo a mis hermanos”, reflexiona Miguel Ángel Palomeque; “músico autodicacta” que no se considera poeta sino “más bien una persona observadora y como amo tanto a la tierra, a los animales, tal vez eso me da un poco de inspiración”.
“Nací y me crié en contacto permanente con la naturaleza, rodeado de caballos, de vacas, de ovejas”, recuerda sobre el paisaje que lo acunó en su querido Pueblo Beisso (departamento de Paysandú), donde se aunó con la causa “de esa gente luchadora, sufrida”, “hermanos” a los que da voz con sus canciones aunque “eso de decir verdades” implica que “a veces a uno le esquiven el bulto, como dicen los paisanos, porque hay gente que no le gusta lo que canto. Pero bueno, esos son mis principios y los defiendo”.
El boliche de campaña de su padre fue el «conservatorio musical» que conoció aquel niño que “sentía el llamado cuando los fines de semana llegaban los músicos”, que comenzó “haciendo canciones jocosas, divertidas” hasta que alguien le sugirió que se enfocara “un poquito más en serio” para componer “algo con más firmeza”. Firmeza a la que dieron vida artistas destacadísimos caso de Alfredo Zitarrosa, algo que “a veces pienso y me parece mentira”, sincera en diálogo con Silvia Huayek para el programa Por Amor al Arte.
