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Investigador de UdelaR afirma que industria «forestal-celulósica» «no genera nuevos empleos», incumple normas ambientales y favorece «ruralidad sin gente»

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En el marco de la mesa redonda titulada «Nuestra tierra y nuestra agua dulce» que se desarrolló el jueves 25 de abril de 2024 en el Centro Universitario de Paysandú con la organización del Movimiento Paysandú Por Un Uruguay Soberano, el sociólogo Daniel Pena expuso los resultados de su investigación referida al impacto que provoca la industria forestal-celulósica en la ruralidad.

Hace cinco años que el investigador de la UdelaR se dedica al tema, que es el mismo que aborda en la tesis de doctorado. En base a diversas fuentes informativas, entre ellas la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del Instituto Nacional de Estadística (INE),  el profesional ha podido concluir que la industria no genera la cantidad de puestos de trabajo que ha anunciado largamente, relato que muchas veces se repite desde el ámbito político.

En base al caudal informativo del que dispone, establece una opinión que cuestiona la calidad de esos puestos de trabajo. Al tiempo que señala el contraste entre las ganancias de las empresas y lo que reciben los trabajadores, hace notar la paradójica situación que surge de los relativos aportes de esas industrias al mercado laboral ante las trascendentes contribuciones del Estado en su favor, por ejemplo a través de exoneraciones u obras de infraestructura.

La cantidad de «irrisorias» multas aplicadas por el Estado evidencia notorios incumplimientos de la normativa ambiental. Mientras que resulta imperioso que se generen estudios sobre la incidencia de estas actividades productivas en la salud de sus trabajadores. Pena citó testimonios «de actores locales de la salud» que confirman la existencia de un impacto, aún invisibilizado, que tiene una manifestación extrema en el consumo de estupefacientes, como vía de evasión ante la presión ejercida desde la industria.

Enfatiza en que el modelo genera una «ruralidad sin gente», en tanto «asfixia» a los pequeños productores «que en muchos casos terminan vendiendo sus campos y migrando, a veces a otros campos, a veces directamente a la ciudad».

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