Estos comicios, en particular, apuntan específicamente a que cada partido político elija, por medio de las urnas, a los convencionales nacionales y departamentales, siendo éstos quienes definirán ante la Corte Electoral los candidatos y/o candidatas de cada partido para las próximas instancias.
Por tanto, y en principio, uno tiende a pensar que las campañas electorales deberían ser con cierta austeridad, dirigida a los votantes de cada partido y poco más. Una campaña donde se marquen perfiles, matices, se valoren características y se propongan acciones en base a un programa de gobierno, pero… mala tos le siento al gato.
Quienes estamos en la actividad política, en carácter de militantes y circunstancialmente de dirigentes, al igual que la población en general, hemos visto en los partidos de la coalición multicolor (sobre todo en el Partido Nacional) un derroche de billetes que sorprende.
Sorprende por varios aspectos.
El primero es el de manual, ante tantos gastos en publicidad, marchandising, locales pomposos en el centro de la ciudad, autos ploteados, personas rentadas, agencias de publicidad, actos, avisadores y hasta mega murales en puntos neurálgicos, uno no puede hacer menos que preguntarse: ¿de dónde sale todo ese dinero?
La segunda sorpresa es de carácter ético y moral. Un intendente y un partido que gobierna un departamento desbastado, que por primera vez en su historia encabeza a nivel nacional en términos de desempleo, un departamento que tiene gran parte de sus habitantes comiendo de las volquetas y pasando hambre, donde no se ve reflejado en la calidad de vida de sus habitantes la inmensa cantidad de recursos que recibió al inicio de su gestión por medio de un fideicomiso, un intendente que no es capaz de lograr que su pueblo mínimamente coma, es capaz, a la misma vez, de gastar cientos de miles de dólares en una campaña, asquerosamente ostentosa, indignante y antiética.
Estoy convencido que la actividad política es una actividad noble, de servicio y de compromisos colectivos. La democracia a su vez, es un sistema que nos permite, como sociedad, corregir, cambiar y reencausar nuestro destino. No queremos para las futuras generaciones este tipo de espectáculos bizarros asociados a la política, queremos debates de ideas, discusiones con contenido y programas con desarrollo colectivo, queremos más
participación y menos jingles, mas militantes comprometidos y ningún militante rentado, queremos más diálogo y menos show.
Quizás pueda sonar utópico o ingenuo pero hay que plantearlo de todas maneras porque nos merecemos otra cosa, nos merecemos verdades, certezas y la esperanza de lograr un Paysandú de oportunidades.
Martín Villalba, Lista 5005, Frente Amplio