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A 22 años de la canonización del Padre Pío

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El pueblo prontamente elevó al Padre Pío a la condición de santo. La devoción tomó el atajo que los hechos marcaban con contundencia sin esperar la lenta marcha por el camino burocrático de la Iglesia, aunque también es cierto que el proceso del oriundo de Pietrelcina se diligenció con relativa celeridad.

Ese reconocimiento popular se explicitó desde la juventud del fraile. Ya en 1919 importantes diarios italianos publicaban testimonios de milagros atribuidos a su mediación y no escatimaban en titular haciendo referencia al santo de San Giovanni Rotondo.

La fortaleza del fervor popular desató múltiples, sostenidas, crecientes, y a veces ingobernables, expresiones de fe. La Iglesia, por lo menos incómoda al contar en sus filas con un sacerdote estigmatizado y “milagroso”, generador de un amplísimo reconocimiento que pronto trascendió fronteras, inicialmente tomó el camino de descartar que las manifestaciones verificadas en Pío hayan sido sobrenaturales y lo hizo humanamente responsable. Cargaron a su culpa el desarrollo de “milagros” que alentaban lo que la jerarquía de la institución consideraba “el fanatismo de la masa inculta”. Llamativamente, los hombres de fe buscaban explicaciones racionales que nunca encontraron y movidos por los más básicos sentimientos humanos intentaron controlar lo que ya era incontenible y siempre lo hicieron cargando contra Pío.

A pocos meses de su fallecimiento,sus hermanos capuchinos activaron el proceso en procura del reconocimiento institucional de su santidad. Así avanzó ese peregrinaje, en 1990 fue declarado siervo de Dios; fue venerable desde el 18 de diciembre de 1997; recibió la condición de beato el domingo 2 de mayo de 1999 e integrado a la lista de los santos el domingo 16 de junio de 2002.

Pasaron 34 años desde su fallecimiento hasta la canonización, que básicamente significa la declaración solemne de la santidad y la habilitación del culto en el marco de las estructuras de la Iglesia. Aunque es cierto que hay procesos que han sido considerablemente más extensos e incluso algunos tardaron siglos. El Derecho Canónico establece que deben transcurrir cinco años del fallecimiento del candidato y no más de cincuenta de ese desenlace para que se inicie la causa, “un verdadero proceso judicial”, en general muy oneroso para quienes lo impulsan.

“En una causa de canonización de un fiel, se desarrollan varios procesos. En primer lugar, se debe proceder a la beatificación, que a su vez –normalmente requiere dos procesos, uno de virtudes heroicas y otro por el que se declara probado que Dios ha obrado un milagro por intercesión del fiel que se pretende beatificar. Una vez beatificado, para proceder a la canonización se debe declarar probado un nuevo milagro por intercesión del beato”, explica Pedro María Reyes Vizcaino en el libro “El proceso de beatificación y canonización” (recuperado de https://www.iuscanonicum.org/index.php/derecho-procesal/otros-procesos-especiales/201-el-proceso-de-beatificacion-y-canonizacion.html).

Para sustentar la beatificación fue presentado el caso de la curación de Consiglia De Martino, una italiana que en 1995 estuvo a punto de fallecer por la rotura de un conducto linfático. Cuando la medicina no tenía nada que hacer la salvó su fe en Dios a través de Pío. El milagro considerado para la canonización fue obrado en 2000 a favor de Matteo Pío Colella, entonces un niño de siete años. Diagnosticado con meningitis aguda fulminante, no le funcionaban nueve órganos y prácticamente no tenía pulsaciones. Los médicos del Hospital Casa Alivio del Sufrimiento afirmaron que era “un caso perdido”. Ante aquel cuadro, María Lucía, la mamá del niño, recurrió a rezar a la tumba del capuchino, sita cerca de allí. Después de once días en coma Matteo despertó sin afectación alguna y contó que en sueños recibió la visita del sacerdote anunciándole su mejoría.

El papa Juan Pablo II, que conoció al Padre Pío y fue testigo de algunos de sus milagros, canonizó al “pobre fraile que reza” el domingo 16 de junio de 2002 en la Plaza de San Pedro, en el marco de una ceremonia de la que participaron unas 300.000 personas, cifra récord para una instancia de esas características. Mientras que unos cuantos millones siguieron el ritual, de unas tres horas de duración, a través de la televisión.

Las palabras finales de la homilía el Papa se han convertido en oración al Padre Pío:

“Enséñanos también a nosotros, te lo pedimos, la humildad de corazón, para ser considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás, con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.
Sostennos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.
Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”

Foto destacada: imagen de la multitudinaria concurrencia a la ceremonia de canonización del Padre Pío. 

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